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domingo, 3 de marzo de 2013
Esta noche
Entran riendo y tocando instrumentos musicales de plástico y cartón. Con gorros rojos de borlas blancas y se besan y se abrazan y gritan y beben...
Allí, en la esquina de la barra, les miras con pena, pero con simpatia...
Tu también eras feliz antes de que ella muriera, hace ya dos meses, una semana y tres días. Ahora solo, con el tercer whisky y otro cigarrillo, desde tu rincón en penumbras, oyes una vez más el villancico machacón en la máquina de discos y las lágrimas pugnan, de nuevo, por salir, mientras das vueltas a la alianza, en tu dedo, que ya no significa nada...
Al encontrar el fondo del vaso, pides otro y el camarero, deseando que lleguen las nueve para cerrar e irse a casa, te vuelve a poner bebida.
Termina la canción y antes de que comience a sonar por milesima vez, te das cuenta de que has llegado a lo que puedes soportar. Desabrochas la cinta de cuero y tu arma reglamentaria apunta a la maquina de discos a unos siete metros. Uno, dos, tres y cuatro disparos. A la segunda detonación, todo se apaga de repente: las risas, los cantos, las conversaciones y la música. Las dos ultimas balas rompen el muro espeso de silencio. Después nadie dice nada. Nadie protesta. Guardas la pistola, caliente y humeante, y apuras el vaso a fondo.
Cuando el cristal vuelve a tocar la madera de la barra, como al unisono, vuelve la marea de voces y susurros. Quizá un poco más bajos, quizá un poco más tristes...
Basado en un personaje de la película "La interprete" de Sidney Pollack.
(Publicado el 24/12/2005).
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