domingo, 4 de diciembre de 2016

Ahí, a tu lado.

Cuando abres los ojos despacio
para que los primeros rayos
acaricien tus pupilas,
con los dulces destellos de los días,
estoy ahí…
a tu lado.

Mientras los hilos tibios de plata
resbalan por tu cuerpo glorioso,
de madre de la tierra,
y tu cabello - tan negro -
sucumbe al canto alborozado de las arpas,
estoy ahí…
a tu lado.

Al recorrer las calles aún desiertas,
innotas aceras sinuosas,
para comprar el pan caliente,
la leche - tan blanca -,
la carne y los huevos,
cruzándote con la risas contentas
de los niños en los parques,
estoy ahí,
a tu lado.

Cortando los tomates 
-tan rojos -
con  precisión de cirujano,
los plátanos,
los totopos…
aunando el aguacate,
la lima y el cilantro,
sintiendo el aroma de la enchilada
o de los tacos,
y comes despacio, mirando…
sin ver, como borroso,
estoy ahí,
a tu lado.

Arropándote las nalgas,
el cálido sofá de las tardes,
somnolientas,
el culebrón que sigue tu mamá,
te cierra los ojos suspirando,
como buscando las estrellas,
con los suaves alientos,
que bostezan…
estoy ahí, 
a tu lado.

En el final de la tarde calurosa,
cuando se arrullan las garzas,
y las sombras grises se desdibujan
desvaídas,
recorres el puente al infinito,
sobre brisas y mareas,
y estoy ahí,
a tu lado.

Al final de la noche,
cuando te derrumbas abatida,
derramada en oníricas olas
y fragancias,
jugando con querubines
que gotean sonrisas
de alas infantiles,
contando, ya por fin,
ovejas tiernas…
estoy ahí, 
a tu lado.

Cuando con un guiño de colores
veo, apenas, el paso, perezoso,
de los minutos lentos,
y mi gato recorre - muy despierto -
mi barriga…
estás aquí,
a mi lado.

Con el café caliente y el primer cigarro,
entre las noticias madrugadoras,
y los ecos venecianos,
en las primeras vaharadas,
bajo los chorros hirvientes…
estás aquí,
a mi lado.

Al insinuar palabras dulces,
en trazos entintados,
o volar dubitativo
sobre las letras del teclado…
estás aquí,
a mi lado.

Jugando a ser un chef
de cuchillos afilados,
Simone me susurra
espléndidos guisos
de difícil digestión,
miro las fotos de tus platos…
y estás aquí,
a mi lado.



En los sopores de la siesta,
que me noquean
todo son tormentas,
agitadas y asfixiantes,
y al fin,
cuando cierro los ojos,
apenas,
un instante…
estás aquí,
a mi lado.

Corriendo tras el gato,
revoltoso y gamberro,
que me mira descarado,
en una agitar loco
de blancos y negros,
estás aquí…
a mi lado.

Perdido en mil tramas,
en argumentos inusitados,
leyendo poesía,
en la música,
haciendo fotos
o intentando imaginarte
con pinceles,
estás aquí,
a mi lado.

Al dormirme esperanzado,
contando los segundos,
agotado,
estás aquí,
siempre,
a mi lado.