lunes, 17 de noviembre de 2014

El fin del romance



El fin del romance (1.999) de Neil Jordan es una buena adaptación de la novela de Graham Greene (tiene el premio Bafta al mejor guión adaptado) y una estupenda película. Con una fotografía muy correcta y una maravillosa música de Michael Nyman, nos cuenta esa relación real y literaria, compleja y sencilla, feliz y triste que ideó el gran novelista británico. La ambientación en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, está muy bien conseguida y nos da las poéticas y desgarradoras escenas de los amantes bajo los bombardeos. Con unas actuaciones sobresalientes (calidad habitual en Ralph Fiennes y Julianne Moore), la película se deja ver varias veces para encontrar los matices, los detalles que el libro explora, como no puede ser de otra forma, con más profundidad. Los personajes, igual que sucede fuera de la ficción, están llenos de dudas, contradicciones, arrastrados por las creencias y las costumbres pero, a la vez, por pasiones que enturbian todo el conjunto. Una película y un libro muy recomendables.

martes, 28 de octubre de 2014

Explorador de sombras

Según huían las luces,
atisbé la llegada de las sombras,
reptando sobre adoquines sucios
y miradas apagadas.

Alguien gritó
y las voces
doblaron las esquinas
indignadas.

Era de justicia.

En un muro gris,
las letras negras
aún chorreaban
lágrimas de tinta opaca.

Contra la puerta
se agolpaban
muebles y cuerpos
para no salir
para que no entraran.

Una señora que lloraba.

Cuando cerró la noche,
solo quedó la casa
precintada.


jueves, 16 de octubre de 2014

Ojos blues

Ojos tristes
de soledades escondidas,
de dolores callados,
fotografías de sombras
y risas perdidas.

Un piano
de blues azul
y una despedida.

Una manos que no se tocan,
por muy poco,
añorando las caricias
y las súplicas.

La calle vacía,
los libros no leídos
y paisajes congelados.

Me pedías que sintiera
como tú
pero nadie puede hacerlo.

Un niño que juega solo en la playa
vacía al atardecer,
sueño de veleros
y Sorolla.

Mirando desde la terraza,
como se van los silencios
y vuelve
la nada.

Un perro abandonado
que solo buscaba
una caricia.

Nieve que nunca volvió
a caer,
en las aceras sucias
de un Madrid
que se moría.

Mecedora vieja
y una mirada sepia.

Al final,

una sonrisa.

martes, 14 de octubre de 2014

Divino

El nene (o la nena) ha nacido, por bendición divina, en una familia bien. Así, desde pequeño, se le ha dicho que se lo merece todo y que está por encima del bien y del mal. En coche de lujo, el chofer le ha llevado al colegio privado dirigido por los curas que le afirman en su superioridad celestial y en que el mundo está hecho para él. Se le deja claro que es el rey de la creación y que la mujer, ser inferior, existe para servirle (de ser nene) o que su destino es satisfacer los deseos de su amo, dándole muchos hijos para perpetuar la sangre y la raza (de ser nena). Le convencen, curso a curso, de que Dios avala sus caprichos y que la iglesia lo confirma, en los múltiples ejemplos del Antiguo Testamento: matar está, a veces, justificado, el aborto es siempre un crimen abominable y el divorcio y la evolución son cosas de rojos. 
Todo se reafirma y estimula en la universidad privada, a donde llega con el deportivo que papá le regaló, donde la máxima dominante es la búsqueda del beneficio en neoliberalismo desatado. Le enseñan a ser directivo, ejecutivo, empresario avariento, lobo de Wall Street, tiburón de las finanzas en cursos donde la gente son clientes, peones, piezas y números prescindibles, simples objetivos de marketing y personal de su empresa. Entre máster y curso, hay fiestas de sábado noche, vacaciones en costas lujosas con modelos, alcohol y drogas caras. Es un mundo cerrado por porteros enormes de gafas negras, paraísos exclusivos alejados de la chusma y hartos de dinero que quema en las manos. Es el más patriota y el país es justo lo que él cree.
En poco tiempo, llega a las cercanías de las cumbres y parientes y amigos le confirman que se lo merece todo y más. Jamás ha pisado una calle más allá del tramo del coche a la mansión, al restaurante de lujo, a la discoteca selecta y de moda, a la pasarela del yate. En los corrillos de la gente que importa, se habla de él (de ella) como la nueva promesa, el emprendedor astuto, la nueva generación que llega arrasando. Por supuesto, pertenece al único partido del que se puede ser para no ser izquierdista radical y malnacido. Pronto empieza a aparecer en la prensa rosa, blanca y amarilla y los periodistas, en corro, le confirman como especial y superior porque sus palizas en el gimnasio y en el pádel, ser hijo de quien es, codearse con quien se codea, le hacen buena foto. Si es mujer se pasa horas mejorándose en peluquerías carísimas donde el dueño invita a café, quirófanos para que quiten y pongan y parecer la muñeca boba que todos esperan. Todas iguales como un ejercito zombi de silicona y alta costura.
Al terminar los estudios que suenan bien en el curriculum, ya ha llegado a la mesa directiva, asesora y ejecutiva, quizá al banco de la oposición o del gobierno. Después de muchos líos y aventuras, se casa con esa niña (niño) mona de una familia como la suya y todo queda en su círculo de élite. Y todo es para él y a todo tiene derecho de forma natural y divina y la ley que él mismo crea, de una forma u otra - lo dicen los mejores abogados -, le ampara y le protege. En su diccionario faltan miles de palabras como desahucio, hipoteca, jornada laboral, sueldo base, sindicato, democracia y solo vio a un pobre una vez que se equivocó de calle al salir del club privado. A veces, dice alguna gilipollez delante de las cámaras, pero su camarilla y periodistas afines le aplauden por guapo y original. Se forra, claro está, a manos llenas sin que existan más que daños colaterales y ajustes de mercado, porque en su galaxia lo importante es el beneficio propio y el de los accionistas. Así, viviendo entre algodones, terciopelo y cuero cosido a mano, aislado en un mundo propio y mejor, es motor y ejemplo de y por España, imagen y modelo de lo que es justo y necesario. Nuestro deber y salvación.

Tal vez un día le pillen con la mano en la caja que no le corresponde, amañando terrenos u elecciones a base de maletines y sobres y quieran acusarlo pero él (ella) mirará asombrado como pensado: “¿cómo se atreven?”, mientras grita el consabido “¿pero usted sabe con quien está hablando?”.

lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Qué nos pasa?

Puede parecer que andamos más perdidos que años atrás. Y para algunos es cierto. La publicidad avasalladora, los medios de comunicación que la propagan (incluyendo aquí las películas de cine y las series de la televisión) han vendido a muchos el “todo vale si te haces rico mientras eres joven”. Es el mensaje de fondo de la economía neoliberal. Así, los ejecutivos flamantes, los agentes de bolsa recién llegados, los nuevos banqueros de los últimos años arrasan con todo. Como siempre, pero ahora son más y lo hacen más rápido. Porque siempre ha habido usureros y desahucios, siempre ha habido políticos corruptos y caciques esclavistas… pero ahora son más y tenemos más medios para conocer lo que hacen y sus efectos en la gente.
No nos engañemos. No ha habido país que no haya explotado, arrasado y exprimido a poblaciones en un momento de su historia. Lo hicieron nuestros vecinos portugueses y lo hicimos nosotros, como los franceses, británicos, etc… Ahora lo hacen los norteamericanos, más o menos desde la Revolución Industrial, en primacía. Nuestro Imperio Español esclavizó, espolió y arrasó con toda la Suramérica que pudimos, hasta que llegaron los portugueses, franceses y alemanes y hubo que repartir algo del pastel. Aún a principios del siglo XX, teníamos, gracias a las empresas que algunos españoles creamos, el control de gran parte de la riqueza de aquellas tierras. Argumentamos, como hacen ahora los norteamericanos, que llevamos la civilización, la industria (la religión incluso) a aquellas tierras salvajes, en favor de aquellos humanos perdidos en sus ritos bárbaros. En verdad, fuimos a sacar y llevarnos todo lo que pudimos y todo lo demás son milongas. Exactamente como hacen ahora los yanquis en el próximo oriente, después de haber conquistado el resto del mundo. Ahora la excusa es el terrorismo y lo malo que es el islam. Antes eran las tribus de apaches y cheyenes que cortaban cabelleras. Nada nuevo bajo el sol.
Y es que muchos son así. Desde siempre. Si pueden acaparar riqueza, lo hacen. Y caiga quien caiga.
Pero ahora, si a alguien le echan de su casa, es probable que salga en  algunos medios de comunicación. Si al concejal le pillan con la mano en la caja, puede que se sepa en todo el país gracias a internet.
No es que esté la cosa peor o mejor que antes, solo que son más y se conoce más. Ahora al menos, con internet, si el político dice la tontería de turno, puede tener 297 comentarios en contra en cuestión de minutos y esos comentarios son leídos por más gente aún. Si se hace el bestia en medio de una borrachera y se mata a un animal, puede salir abucheado el agresor en las redes sociales.

Me parece bien, porque por lo que conozco, las opiniones mayoritarias de las redes (que pueden ser manipuladas, claro), suelen ir en contra de abusos y desmanes. Al menos, hay gente que puede hablar y denunciar los atropellos de otros, de forma pública. Durante siglos nos hemos ido cargando el planeta, los animales y las personas. Ahora, por lo menos, muchos lo sabemos.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Constance

Otra piel,
otro susurro tras los libros,
un taxi que pudo haber parado
y no paró
es otra historia,
otro roce sobre tus piernas,
unas palabras nuevas
diferentes.
La sonrisa.

Te acicalas
para otro,
con la esperanza
vana
de otros tiempos,
de cuando eras más bella
aún.

Deseando
una nueva pareja de baile,
unos pasos distintos,
el arrullo
de otro vaivén.

Así quedará
en el recuerdo de las caricias
que fueron,
de los deseos añorados,
como sueños
ahogados
en las olas
de los tiempos.

Pero él
te recordará
como la última primavera,
con tu mirada triste
de sirena.



sábado, 30 de agosto de 2014

La última vez.

Fiel seguidor del “vive este día como si fuera el último”, idea para mi antigua y esencial, imprescindible para mi entendimiento (y para entenderme), un punto de vista en la misma línea, pero desde un ángulo ligeramente diferente, me llamó poderosamente la atención en Palermo Shooting, maravillosa película de Wim Wenders. Hablar con una persona, ver un lugar, realizar una actividad concreta con el convencimiento interno de que podría ser la última oportunidad para gozar con ello. Porque nadie nos asegura que no será así. Quizá, cuando nos encontremos con ese amigo al que estimamos, esa conversación podría ser la última que tengamos con él. ¿No gana una importancia asombrosa cada palabra, cada gesto, cada mirada?. Si realmente supiéramos que se trata de la última oportunidad para demostrar nuestro afecto a nuestra pareja, a nuestro familiar, ¿no cambiaría nuestra actitud?. ¡Qué maravilloso valor cobra el roce de una mano sobre la piel del otro!.
Si entramos en el cine, en el museo, en el bar de la esquina sabiendo que jamás volveremos, ¿no apuraríamos con los cinco sentidos cada segundo de la experiencia?. Al levantarnos temprano y ver el rayo del sol entrando, inclinado y dorado, por la ventana, ¿no nos parecería maravilloso y bello?. Si esas notas susurrantes, de un violín acariciado, fueran los últimos compases de música que oyésemos ¿no pondríamos nuestra alma en la escucha?.
¿Perderíamos horas, ni siquiera minutos, en algo que no nos proporcione felicidad?.

Se abre así para nosotros un paraíso, quizá no frecuentado, y al que, tal vez, jamás regresemos.

sábado, 9 de agosto de 2014

Espera

Miraba el horizonte de tejados,
pero no estabas,
como nunca estuviste,
y me quedé perdido
en un mar de antenas
de televisión anodina.

Y allí, dónde el azul no estaba en mis ojos,
si no en el mar que añoraba,
aún seguía
intentando evocarte,
inutilmente.

De repente, sobraron
todas las palabras
y los objetos resbalaban
de mis manos,
buscando tu piel.

Tu ausencia me dolió,
pero solo
pude encender un cigarrillo más
constatar
que me faltabas.

Mi tacto añoró
la suave línea de tu nuca,
tus palabras
tan perdidas
como las mías.

Y más allá,
del calor
que quebraba voluntades,
ni siquiera recordé
el tono dolido
de tu voz.

Era una tarde
de susurros,
de niños que jugaban,
pero
con voces ajenas
y

lejanas.

jueves, 24 de julio de 2014

El avión del Presidente.

Había una vez un país totalmente imaginario e irreal en el que, en un cálida madrugada del mes de julio, una destartalada furgoneta, de color blanco sucio, se acercó lentamente a la valla de control del aeropuerto militar. Como era lógico y de esperar, uno de los policías de guardia le indicó al conductor, con un gesto grave y muy castrense, que detuviera el vehículo. Mientras los dos hombres hablaban, a través de la ventanilla, dos militares pasaron espejos bajo la furgoneta. Descubrieron, por los cristales traseros, los extraños pasajeros y cuchichearon entre ellos.

- Cabo, soy el comandante Ramirez.- dijo un señor uniformado sentado junto al chófer pasándole una identificación.
- Sí, mi comandante. Todo en orden.- contestó el joven inspector mirando la foto del carnet y después el rostro serio y firme del oficial del ejercito del aire.

Con una señal breve de la mano, el pesado tubo metálico, pintado de rojo y blanco, fue levantado y las afiladas púas metálicas del suelo retiradas. El cabo vio la furgoneta perderse en la distancia, sin más ruido que el del ronco motor cansado. Uno de los soldados le susurró: no te vas a creer los que van dentro…

Con un suave raspado en el suelo negro de la pista de aterrizaje, frenó el vehículo junto al avión del Presidente. Las puertas traseras se abrieron y con ayuda del conductor y el comandante los pasajeros empezaron a salir. Un de los agentes secretos, trajeado de negro y con absurdas gafas oscuras a aquella hora de la noche, se acercó corriendo  al comandante mientras se sujetaba el audífono y hablaba por el comunicador de su solapa.

- Señor, esto es un área restringida.- imploró.

Unas diez figuras esperaban indecisas mientras los dos hombres medían su autoridad. Una niña pequeña, con un vestido rojo, dijo que quería hacer pis y el anciano a su lado la miró con una sonrisa. Seguro que dentro del avión  hay un lavabo, cariño, dijo la madre a su hija. Un chaval, de unos doce años miraba la hermosa y brillante aeronave recortada por la luz plateada de la luna llena. El indigente se rascó la cabeza, quitándose la vieja y sucia gorra, y siguió con una sonrisa los ojos asombrados del chaval. Una joven muy delgada movió su silla de ruedas hasta el comienzo de la que sopesó interminable escalerilla del avión.

Los guardaespaldas no creían lo que estaban viendo e incluso uno se quitó sus absurdas gafas y se frotó los ojos, como para desprenderse de los retazos de un sueño. Miraban los dos niños dando vueltas divertidos alrededor del grupo. Miraban a un anciano de piel obscura toser mientras se encendía un cigarrillo con aire satisfecho.

- Vamos a subirlos al avión, dar un par de vueltas al aeródromo y lo dejaremos de nuevo aquí.- anunció el comandante al jefe de la guardia mientras este repetía la frase a su comunicador.

Nadie sabe cual fue la respuesta que el fornido hombre de negro recibió pero, tras un par de minutos de tensa espera, dos de sus compañeros levantaron, como si no pesara, la silla de ruedas y, despacio y con cuidado, la subieron a la aeronave siguiendo las ordenes de aquél. Las dos azafatas aleccionadas ayudaron al pasaje a acomodarse en los suaves sillones azules. Quiero que coman y beban lo que deseen. A la niña del vestido rojo hay que llevarla al lavabo, dijo el comandante piloto entrando en la cabina.
Mientras el fuerte zumbido de los motores del Airbus A310 lo llenaba todo, las auxiliares de vuelo ayudaban a poner los cinturones de seguridad a los niños y los guardaespaldas pasaban, de la silla a uno de los sillones, a la joven rubia que los miraba sutilmente enamorada.
Con gritos de júbilo, el avión dejó el suelo atrás e inició el vuelo sobre los tejados de la cercana capital. Ya estabilizado el aparato, se empezó a servir la comida a los hambrientos pasajeros. Se pasaban unos a otros los bocadillos triangulares, los platos con jamón, los diversos canapés, los vasos con refrescos, los cuencos con aceitunas y almendras saladas. La niña pudo entrar, al fin, en el servicio ayudada por su madre. Todos, incluido el piloto, celebraron los pasteles fríos y golosos. Los niños corredores se reían con los Simpson en el sistema de televisión. El indigente pidió un plato de sopa y el comandante fue consultado. ¿Para un corto vuelo vamos a encender la cocina?. Si quiere sopa, le hacen sopa, ordenó el militar muy serio. El chofer de la furgoneta rió a hurtadillas.

Abajo, en las calles, entre las brillantes luces nocturnas de una noche de verano, muchos ciudadanos vieron asombrados el paso majestuoso del trío de aviones volando bajo. Dos cazas F-16 escoltaban al avión presidencial. Los periódicos, en sus matutinas ediciones locales, añadieron un pequeño artículo sobre unas maniobras aéreas especiales sobre la capital.


La niña del vestido rojo, sentada ya en su asiento, saludaba por una de las ventanillas mientras lamía un pastelito de nata.

domingo, 20 de julio de 2014

Cine con mayúscula.

Como españoles que somos, nunca sabemos valorar lo que tenemos. En este caso ni a nuestros autores ni a nuestro cine. Si Alex Angulo llega a ser un actor estadounidense y Alex de la Iglesia un director, al menos, rodando en aquel país, películas como "El día de la bestia" y "Acción Mutante" serían películas de culto en todo el mundo. En los dos casos la critica, la parodia, el reflejo de una sociedad, la forma de tocar temas como el poder de la iglesia, el terrorismo, el imperio de los pijos y modernos, el consumismo, los nacionalismos, el costumbrismo implícito en fin, hubieran situado estas cintas en las alturas mundiales de un Tarantino o un Scorsese. Pero aquí los primeros que no nos lo creemos somos nosotros y hablamos de cine "de pasar el rato", sin más lecturas ni análisis. Ahora todo el mundo del cine llora, pero ni desde los gobiernos, ni desde ciertos profesionales, ni siquiera de cierta parte del público se valoran a los actores ni al cine español como es debido. Me duele, sinceramente, cuando incluso la critica especializada no las llega a valorar porque hay gente que ha puesto, pone (y sin duda seguirá poniendo) mucha inteligencia, pasión y trabajo en nuestro séptimo Arte y con medios que en otros sitios dan risa. Triste la muerte de este gran actor. DEP.

jueves, 17 de julio de 2014

Gratuito

Al utilizar ciertas maquinas y los servicios que nos ofrecen, muchos piensan que se trata de algo gratuito y creo importante señalar su carácter comercial y lucrativo. Es cierto que existen, por fortuna y por el empeño de grupos de población y ciertos profesionales, medios libres de publicidad, pero se limitan al sector publico y, por desgracia, muchas veces no son los más demandados. Sí, sé que muchos opinarán: bueno, ¿qué más me da una publicidad en un lateral de mi muro de Facebook que ni siquiera miro?. En realidad sí que nos afecta y sobre todo porque se combina con múltiples estrategias de marketing moderno. Es mejor poner un ejemplo para entendernos. Si queremos promocionar la bebida X además del anuncio lateral en el Facebook, encontraremos la marca al abrir un video de Youtube, al visitar cualquier página de internet (sea de lo que sea), pasear por la calle, escuchar la radio, ver deporte… Al final, ante tal bombardeo de publicidad, cuando en una promoción “regalan” un vaso de muestra de dicha bebida con nuestra pizza, nuestra hamburguesa, en el restaurante chino, en el chiringuito de la playa… nos preguntamos: “¿por qué no? Es gratis”. Además gracias a los datos que facilitamos en las redes sociales los productos que nos anuncian son los que, según nosotros mismos, nos gustan.
Uno podría argumentar que no, que es muy fiel a la bebida que quiere y que no va a cambiarla por mucho que insistan. El problema es que no estamos hablando de una bebida si no de TODO. La ropa, la comida, el programa de televisión, lo que leemos, los automóviles que conducimos, las medicinas que usamos, la colonia que nos ponemos… Así, uno es tan feliz usando Youtube y aceptando esos segundos de publicad de una marca, pero se nos anima a que ciertos vídeos los califiquemos, los añadamos como favoritos, los compartamos, hablemos de ellos… en fin que trabajemos para ellos “gratuitamente”. Porque nosotros mismos trabajamos ahora para las compañías de publicidad sin saberlo y cuando alguien dice que le gusta el último video de Juegos de Tronos estamos contribuyendo a grandes ventas mundiales del producto y a todo el merchandising que gira sobre él. Además siendo seres sociales y gregarios, cuando en determinado momento en un foro (chat, página, discusión) se alaban las maravillas de la última película de Disney (que no tiene ni que parecer siquiera que es para niños porque la multinacional tiene muchas filiales - Touchstone Pictures es una compañía Disney y ha producido películas tan aparentemente adultas como “Ojos de serpiente” de Brian de Palma -) uno puede quedar como un idiota si da una opinión contraria. No es nuevo exhibir una marca en la camiseta que llevamos o el coche que conducimos con la inútil presunción de que nos hace diferentes. Nos parece incluso “bonito” y a nadie, o casi nadie, se le ocurre arrancar la etiqueta de la ropa o el logotipo del vehículo.
Se habla mucho sobre la piratería de internet, pero de estos temas no se comenta casi nada. Se crean películas, libros, músicas y si somos “como es debido” nos esperaremos a que las emitan  en el cine, por la tele o en la radio… después de horas y horas de publicidad de estos mismos productos y miles más. Si tenemos poder adquisitivo para comprar la copia en un comercio al uso (hoy en día puede ser en la misma Red), también sufriremos la publicidad en el centro comercial (real o virtual). Pero incluso, aunque no actuemos correctamente y decidamos bajar una copia supuestamente ilegal (más de un producto se lanza a esas redes para promocionarlo por compañías “legales”), también estaremos soportando la publicidad de esas páginas y aportando datos como nuestra dirección en internet o nuestro correo electrónico… para seguir recibiendo publicidad “legal”.

De esta manera no nos extrañe ver el anuncio donde la pobre ama de casa dice, con cara arrepentida y triste, que sí, que usa un producto y la figura de la madre, detrás de ella, chivándose al técnico de reparaciones, en tono de burla y desprecio: “sí, lo usa de marca blanca”.

miércoles, 16 de julio de 2014

Parecidos razonables

Muchas obras de Arte se caracterizan por reflejar, con más o menos exactitud, casi siempre con crítica, personajes, caracteres, situaciones del mundo cotidiano que nos rodea y con una calidad artística, en la forma, al menos reseñable. 
Hoy he vuelto a ver una película en la que vemos a un empresario despiadado, que maltrata a sus empleados, cuyas empresas contaminan el medio ambiente y que para conseguir realizar sus ambiciosos e innecesarios proyectos en la ciudad decide apoyar a un criminal para que sea alcalde. Este, para conseguir alcanzar su puesto, se dedica a asustar a los ciudadanos incrementando la delincuencia y justificar así su elección. El desalmado empresario tiene una secretaria, víctima también de los desmanes de él, despreciada e ignorada por sus superiores, que vive sola, abandonada por su pareja, rodeada por sus gatos y sus peluches, agobiada por la publicidad machista que la impele a ser seductora y por, todo ello, medio neurótica. Ella, para superarse a si misma y remontar las circunstancias que la rodean, después de un traumático accidente, se transforma en una mujer dura, que utiliza su ingenio, sus encantos femeninos para para dominar y seducir a los hombres a su antojo y alcanzar lo que le era negado: controlar hasta cierto punto su vida, siempre con unos traumas psicológicos no superados totalmente.

Pensando que conozco personas parecidas a algunos de estos personajes y situaciones sociales y políticas similares, y más en los tiempos que corren, reveía “Batman vuelve”. Como ya comenté en una crítica anterior, me agota Tim Burton volviendo siempre a sus estereotipos góticos (que mal me parece que hayan calificado así ese movimiento obscuro y siniestro siendo el gótico en arquitectura tan luminoso y espiritual), pero he de reconocer que es una película que se puede ver con más de una lectura y que, por supuesto, va mucho más allá de todos los demás films sobre el súper héroe murciélago hechos hasta ahora. Evidentemente no se trata de una obra maestra pero no me parece conveniente descartarla como obra, menor, de arte.

lunes, 14 de julio de 2014

¡Gracias!

Hay personas, que como nosotros los disminuidos, los discapacitados, los minusválidos (elijan lo que consideren más "políticamente correcto") solo podemos llevar una vida digna, más o menos aceptable, gracias al trabajo de otros seres humanos. Muy conscientes algunos y otros incluso sin saber de lo positivo de sus acciones, hacen que, no todos desgraciadamente, podamos levantarnos de una cama, comer, trabajar, disfrutar del ocio... Son científicos, médicos, psicólogos, filósofos, ingenieros, artistas, músicos, cineastas, políticos, bomberos, policías... y gente de la calle sin más preparación que una buena voluntad y el deseo de que los Derechos Humanos sean realidad. El artista que crea una obra que remueve conciencias, el técnico que inventa un tipo de ayuda para un astronauta, el líder sindical que mejora las condiciones laborales en una empresa, el músico que crea una composición bella, la persona que te ofrece su ayuda para cruzar una calle o subir al automóvil..., contribuyen, directa o indirectamente, a que la sociedad en general avance, mejore y las minorías, marginadas por unas causas u otras, podamos sentirnos un poco menos desamparadas, un poco menos víctimas de los vaivenes de las enfermedades y los condicionantes físicos y sociales. Por eso, a todos ellos: ¡gracias!.

domingo, 8 de junio de 2014

¿Quieres?

¿Quieres ir hacia el horizonte conmigo,
ver juntos la puesta del sol?
¿Quieres que nos emocionemos
con las risas de los niños,
que juntos nos pongamos tristes
en las tardes de lluvia?.
Nos escucharemos
las anécdotas tontas
que a todos los demás aburren,
los recuerdos que son
solo nuestros.
¿Quieres?.
Y cuando estemos uno con el otro
sabremos que hemos llegado a casa,
Que el odio, la envidia
ya no pueden con nosotros,
que juntos
ya no existe la rutina.
Sentir que hay alguien ahí fuera,
una piel que acepta las caricias
una mano donde la nuca
reposa.
saber que tengo (tienes)
para ti (para mí)
los más, apasionados,
dulces de los besos.
¿Quieres?.

domingo, 11 de mayo de 2014

Elysium

Lo mejor y lo peor (socialmente) de Elysium es que nos habla de un futuro que ya está prácticamente aquí: un mundo para ricos, donde la sanidad es un lujo reservado a las clases adineradas, que viven en un paraíso propio alejado de la masificación, la polución y las fábricas que trabajan para ellos. La medicina permite sobrevivir en el trabajo hasta el momento de la muerte (lo cual lleva al protagonista a rebelarse - al dueño de la fábrica solo le interesa que no se manche la ropa de cama de la enfermería - ). La robótica y el ciudadano obrero son siervos para esos que se pueden permitir toda clase de lujos. Algunos humanos modificados por la ingeniería, como ya sucede hoy en día con nuestras prótesis, marcapasos, etc., son los que tienen alguna posibilidad de enfrentarse al poder que los oprime (idea de la distopía ya sugerida por películas como la saga Robocop, Distrito 9 y en el pasado por La fuga de Logan, El planeta de los simios, La máquina del tiempo, 1984 y Metrópolis como iniciadora) en línea con las modificaciones corporales de David Cronenberg. Pero quizá es la primera vez que se expone tan abiertamente la idea de que nuestro planeta va a quedar, de seguir así, como el vertedero de los multimillonarios que no se van a manchar las manos y que vivirán en sus urbanizaciones, satélites artificiales o planetas alejados de “lo que contamina” en cualquier sentido.
La cinta en si está correctamente realizada y usa el aspecto tan de moda últimamente de “tecnologia sucia”  (es decir, los robots, las naves espaciales, los paneles instrumentales por ejemplo, no aparecen ya flamantes y nuevos, como ocurría en las lejanas Guerra de las galaxias, 2001 Regreso al futuro y Star Trek (primeras películas) - algo que considero un error en las recientes Guerra de los Mundos, Minority Report, El hombre bicentenario, Independence day, Avatar, Tron, Oblivion, etc… Yo robot estaría en el punto medio - ) si no como maquinas usadas y más cercanas. Los humanoides presentan huellas de desgaste, los paneles de instrumentos son más resistas y funcionales, las armas parecen posibles técnicamente. Aspecto visual iniciado por Alien, Blade Runner, Brazil, Abyss, Depredador y continuado por Matrix, en la mencionada Distrito 9 y Prometheus, seguido incluso en la serie Falling Skies. Dune tiene su propia estética fruto de la riqueza visual de su director, pero la tecnología es también verosímil y realista dentro la parafernalia de la monarquía futurista.
Con una fotografía y música adecuadas, iluminación, maquillaje y vestuarios correctos, destacan como se espera de una película semejante, los efectos especiales.
Mat Demon es el protagonista, con una actuación no muy lejana a la que exhibe en la saga Bourne (aunque ya sabemos que es capaz de llevar a buen puerto mejores papeles - Syriana -) y tiene como oponente a nuestra querida Jodie Foster, haciendo de mala malísima en un rol que domina a la perfección: la ejecutiva ambiciosa y sin escrúpulos - Plan oculto -, muy alejada ya de la tímida Clarice Starling del Silencio de los Corderos.

En fin, una cinta para ver y disfrutar y, de paso, pensar un poco.

sábado, 10 de mayo de 2014

Azul 10

Convertiste en luna mi deseo blanco,
desbordaste mis ríos, mis acequias
y todo fueron fanfarrias y redobles de timbales.

Sueños de caracol
el susurro de una palabra,
una sugerencia
al rozarme.
El vuelo 
de tu falda.

Tú hacías la magia. 

Todas las sonrisas nuestras
eran cómplices
en las mañanas,
y las noches 
se hicieron para el deseo

de tenerte
de tenerme,
ebrio de orgasmos.

Así pasó del rosa
al negro,
las margaritas
crecieron en orquídeas,
el satén
en terciopelo.

Un fuego muy muy lento.

Y ahora,
lejos del Paraíso,
busco
en todas las pupilas
tu mirada.
Añoro el bajo continuo,
la sensación cálida,
la caricia entre las sombras,
tu palabra.

Hicimos de los puentes 
cenizas aburridas
y ya no se puede bajar de la montaña.
Arriba,
solo el cielo.

¿Te acuerdas de Lulú?.
"Un amor que no se toma a la ligera".

Después de Florencia,
de París,
del otoño en Madrid...
Después de ver el sol atardecido
sobre la Alhambra,
una tormenta obscura
en las montañas de León, 
intuir, abajo, el paso lento del Júcar,
o el cielo de Barcelona,

no queda nada.

Después de tus abrazos,
solo máscaras
venecianas.

Todo es de color,
pero siempre he preferido el blanco y negro,
ese toque azul y triste
el recuerdo de todo lo que te quise.

domingo, 27 de abril de 2014

La gran belleza

Creo que es la única película, en más de 40 años viendo cine, que he visto tres veces seguidas. Es como visitar un museo que reuniese en un mismo edificio el Museo del Prado y el Museo de Arte Reina Sofía. Es eso: Arte, Arte con mayúsculas, como yo siempre escribo esta palabra. Y es a la vez un sueño y una pesadilla. Imágenes oníricas con una maravillosa fotografía y una música genial (es decir, adecuada a cada momento del metraje). Pero como en los sueños, lo que vemos, lo que oímos, nos encanta a veces, o nos extraña o lo detestamos o nos asusta... Es una vuelta a la sensibilidad (si no un homenaje) de Fellini, un nuevo neorrealismo italiano, pero del siglo XXI. Es meter en una coctelera a Peter Greenaway y Jean-Pierre Jeunet, con buenas dosis de sabor mediterráneo: estatuas griegas, romanas, música de pachanga en español e italiano, cantos al estilo de Jocelyn Pook... En fin es todo y nada, como la vida misma. El guión sigue  las andanzas del protagonista, con esas fiestas nocturnas donde se mezcla lo chabacano y lo bello, la tradición y la modernidad, recogiendo ideas de aquí y de allá, de la historia y de lo que es hoy la vida de la aristocracia europea (“algunos se han dado por aludidos y se han cabreado por no haber sido descritos en todas sus virtudes”, contaba el director). Y también es un crítica, un estudio del Arte mismo y de ese arte, con minúsculas, donde todo, supuestamente vale (como darse contra un muro y llamarlo happening o que una niña pinte un cuadro a cubazos de pintura).
Técnicamente destacan una soberbia fotografía y unos milimétricos movimientos de cámara, una iluminación muy realista a veces y, como decía, de ensueño otras. Los diálogos son preciosos, poéticos, certeros, irónicos.. Una crítica con cariño a esas clases altas y ociosas desde el punto de vista de uno de ellos, un escritor de vuelta de todo. Es a la vez una opinión lúcida de la vida y de las aspiraciones de un sector culto de la sociedad occidental. Quizá la aspiración de muchos: pasar las noches de fiesta en fiesta y dormitar durante el día para despertarse, por la tarde, en un ático frente a una vista soberbia del Coliseo de Roma.

viernes, 11 de abril de 2014

El Consejero o como tenerlo todo y no hacer una buena película.

Con un reparto de lujo y una experiencia ya legendaria realiza Ridley Scott la película “El consejero” y comete el mayor error en el cine: no convence ni al público ni a la crítica. Aún más: hace un film que intenta serlo todo y se queda en nada. No es totalmente una película de acción ni de intriga, no es policiaca, suelta frases a recordar pero no reflexiona realmente sobre nada, hay escenas de sexo (mejor dicho, donde se recuerda el sexo) pero aburridas y marginales en el guión… Uno espera que con la presencia en pantalla de Michael Fassbender, Penélope Cruz, Javier Bardem, Cameron Diaz, Brad Pitt, Bruno Ganz y Rosie Pérez las actuaciones van a ser sublimes pero pasan unos y otras sin pena ni gloria. Nunca pensé que el señor Scott fuese un director de actores, pero con esta cinta me lo confirma. Precisamente el menos conocido para el público español, Fassbender, supuesto protagonista, no  centra la acción ni la historia. Quizá se puede pensar en una película de tipo coral donde las estrellas lleven el peso de los acontecimientos, pero como los hechos son casi anecdóticos (un camión que lleva droga y unos delincuentes en sus vidas de lujo), los diálogos apenas tienen nada que ver con la trama principal. La escena de escándalo entre la Cameron y el Bardem lo es para el público americano y en Europa se queda en una chorrada que haría sonreír aburridos a Fellini,  Bigas Luna o Bertolucci.
Nada justifica el rodaje con un argumento mediocre, una fotografía simplemente aceptable y una música prácticamente inexistente. Todo el mundo puede fastidiarla en un momento dado: ya le pasó al mismísimo Spielberg con “Amistad”. Con películas de culto como “Alien” o “Blade Runner”, memorables como “Thelma & Louise”, “Hannibal” o “Gladiator” y otras simplemente dignas de recordarse como “Black Hawk derribado” o “El reino de los cielos”, es normal que alguna vez se meta la pata, pero sorprende que Ridley Scott lo haga a estas alturas de su carrera, con toda la libertad que tiene como multimillonario productor y con semejantes actores. También es verdad que rodar tanto, hacer tantas películas puede llegar a aburrir a un director emborrachado de fama, pero los espectadores no tenemos la culpa de ello. Quizá nadie se atrevió decirle que no era buen proyecto o calcularon que solo por el reparto y el nombre del director ya se haría “espontáneamente” una buena película. Pero no, “El consejero” es un vacío de ideas, de trama, de buenas imágenes, de buenas actuaciones… 

miércoles, 12 de marzo de 2014

El Resplandor o el laberinto de la locura

En plena madurez creativa y cuando ya no tiene que rendir cuentas ante nadie, gracias al éxito de crítica y público de sus anteriores películas (ya era libre y no tenía que responder ni justificarse ante los estudios, Kirk Douglas, etc.), Stanley Kubrick crea “El resplandor” (1980). Quizá las últimas trabas, las últimas cadenas las rompió en 1968 con “2001, una odisea en el espacio” y sabe que ahora puede hacer, que puede crear como quiera, sin límites, prácticamente, de tiempo y de dinero. Seguramente los estudios y sus directivos pensaron, acertadamente, que ante semejante gallina de los huevos de oro era mejor, para todos, dejarle hacer y en esta cinta, como ya ocurre, más o menos, en las previas “La naranja mecánica” y “Barry Lyndon”, el director goza de unas libertades creativas muy raras en la producción cinematográfica de la época o en la actual.
Ante semejante página en blanco, se pone a contar la historia del libro de Stephen King pero, como artista independiente, rebelde e iconoclasta, utiliza el libro literalmente como le da la gana (lo que, lógicamente, enfurece, hasta nuestros días, al famoso y popular escritor). El cineasta, amante del ajedrez, de los puzles, de los símbolos, no solo narra, aproximadamente, la historia original con los cambios que le parecen oportunos si no que, como es habitual en él, nos cuenta más historias dentro de la historia, añade más mensajes dentro del mensaje aparente. 
En los tiempos que corren, además de lo evidente, lo que se puede justificar razonablemente con la visión de la cinta, hay hoy mil especulaciones con los mensajes secretos y se formulan teorías ocultistas, mágicas, sobrenaturales en relación a “El resplandor” y a su autor. Intentando centrarnos en lo que está más justificado (por la historia, por la crítica, por la trayectoria y filmografía, por la biografía de Kubrick, por la técnica en sí) e intentando no irme por las ramas reales o inventadas, puedo encontrar un argumento, una trama secundaría, a mi parecer, bastante evidente y que ya ha sido apuntada por más de un crítico de cine: el viaje a la locura del protagonista y el arrastre de su mujer y de su hijo (con el jefe de cocina como víctima colateral) a la locura. Sin que haya acudido a explicaciones psicológicas o psiquiátricas de doctores en estas especialidades, si podemos ver, fácilmente, el paso gradual del estado, aparentemente, normal del protagonista (teniendo en cuenta de que hay una versión de la película emitida en Estados Unidos en la que a Jack Torrance se le atribuye un pasado de alcoholismo, en teoría ya superado, pero que se apunta, sabiamente, en la desesperación del protagonista en la primera escena del bar, de la sala de baile - me parece curioso que Kubrick solo intentara justificar al protagonista en aquel país, público quizá más necesitado de explicaciones -) a una demencia asesina y psicópata.
     Esta trama secundaria, como ya nos pasa también en “2001”, no solo la experimenta el personaje si no que el cineasta intenta hacerla vivir al espectador. Empresa, en principio, difícil, pero que Stanley Kubrick sostiene con la música, con el argumento, con los diálogos, la dirección de actores y con los detalles a lo largo de todo el metraje. 
La banda sonora, más allá de remarcar como es habitual en las películas de terror, los momentos de tensión, evoca el pasado, posibles espíritus o fantasmas (el hotel está construido sobre un cementerio indio y hay múltiples detalles alusivos a ellos en la decoración) y situación psicológica de los personajes. 
En el argumento vemos un incremento paulatino desde lo racional y justificado hasta un cumulo de preguntas sin respuestas, posibles explicaciones abiertas, sucesos extraños y terroríficos, intencionadas contradicciones y saltos en el tiempo y en la lógica. Esta maraña argumental, a mi parecer totalmente buscada, crea en la mente del espectador una aproximación a ese estado que vive el protagonista. Hay situaciones que se repiten, con más o menos precisión - una expedición perdida comete canibalismo y un nuevo vigilante vuelve a cometer crímenes, el texto que escribe el protagonista se repite demencialmente -, la historia es lineal y circular al tiempo -hay un comienzo y un fin, pero se apunta a que la historia ya pasó exactamente igual en otro tiempo, con el mismo o con otro personaje -, la trayectoria del protagonista es concreta y realista y, al mismo tiempo, confusa y atemporal, hay personajes que parecen estar sin estarlo - las gemelas, la mujer de la bañera, los asistentes a la fiesta, los personajes en las habitaciones -, el sexo no se mantiene dentro de lo correcto - nunca se ve ni se insinúa el sexo en el matrimonio principal -, se corrompe en el tiempo y desde la sugerencia - el protagonista se queda mirándolas cuando le van a enseñar su habitación - al ver a unas empleadas del hotel al comienzo del film, hasta una pareja que hace sexo “raro” en una de las habitaciones cerca del final, pasando por una joven que se hace vieja y cadavérica cuando se la besa, etc…
Los diálogos, en principio coherentes y racionales, se van corrompiendo, complicando, alocando según transcurre el film. De una entrevista normal, sencilla y habitual para la situación llegamos al culmen de la locura en el dialogo del baño de la sala de baile. En este caso, el nuevo vigilante del hotel habla con el anterior vigilante, que está muerto, pero que le dice al protagonista, que por otra parte no se horroriza ante lo que escucha, que en realidad… evidentemente es un lío sin sentido que destruye toda lógica y sentido.
Es conocida la presión del director sobre la actriz protagonista, que en el film sobre el rodaje realizado por Vivian Kubrick, hija de Stanley, aparece realmente trastornada por las manipulaciones. El resultado es palpable en la cinta y ella misma reconoce que Kubrick la llevó al estado y actuación él buscaba. Además de las habituales correcciones y llamadas de atención, al parecer se le daba ordenes contradictorias, la forzaba con numerosas repeticiones - algo habitual en el director -, mantenía una actitud de desprecio hacia ella para que se sintiera deshumanizada y apartada del aprecio del equipo… si creemos lo que ella misma cuenta, pero que podemos suponer como una de las “técnicas” de él para llegar a la meta con una actriz de tercera fila (si no totalmente desconocida). Con la sabía elección de actores de Kubrick - a esas alturas de su filmografía y dada la fama acumulada, hubiese podido tener en el reparto a la mayoría de las estrellas femeninas del momento -, bien podemos pensar que la eligió precisamente por su carácter frágil y manipulable, lo que conseguiría de ella una actuación más creíble y realista. El uso de un matrimonio en “Eyes wide shut” nos habla también de la utilización al servicio de la película de la situación psicológica, en la vida real, de los actores.
Se apoya también Kubrick en aparentes fallos de continuidad (muebles que aparecen y desaparecen - silla y otros enseres detrás del protagonista en una escena ante la máquina de escribir -, objetos que se repiten en diversos lugares - hay dos automóviles protagonistas idénticos, uno amarillo y otro rojo -, cambios de apariencia y/o color - la máquina de escribir -, referencias más o menos escondidas a los nativos americanos - los cuadros, carteles, latas de comida -, etc, etc, etc…), pero dada la meticulosidad y la precisión del director me cuesta mucho creer que se trata de errores en la filmación.
Para rizar más el rizo se puede buscar además un sentido, un mensaje general de la película, además del que da el libro en el que se basa y el viaje al sinsentido del protagonista… pero eso, como en cualquier obra de Arte, está abierto a la interpretación del espectador y del crítico. Quizá pudiese ser la advertencia a no jugar con los múltiples sentidos de una historia y sus detalles, no bucear demasiado en lo complejo -puzles, ajedrez, el laberinto solo existe en la película no en el libro - porque es el, probable, camino a la demencia, un mensaje que conecta de alguna manera con el de El Quijote… pero eso solo es mi visión, más o menos cuerda. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Kubrick o el cine como Arte

Algunos (muchos) consideramos que el cine de Stanley Kubrick es Arte, así con mayúscula y habrá también quien se pregunte porque. La explicación viene supeditada por lo que se entienda como Arte o artístico lógicamente (tema de discusión infinita y abierto debate eterno), pero, para mi, su cine tiene unas característica concretas que lo elevan por encima del llamado “cine de entretenimiento” o de pasar el rato.
Por una parte, dada la minuciosidad, la precisión del director, nada en sus películas es casual o aleatorio. De la misma manera que cada pincelada en un cuadro tiene su sitio y valor, cada objeto, cada luz, cada música, cada persona, cada lugar, cada color, cada vestuario, peinado, maquillaje, palabra, etc. tienen su sentido, su motivo en las películas de Kubrick. Es bien conocida su búsqueda del detalle, la repetición de escenas durante el rodaje, la elección de los gestos de los actores… Esta forma de crear ya nos habla de un trabajo intenso, una dedicación profunda y concentrada, un plan estratégico digno de un buen jugador de ajedrez como era Kubrick. Como en muchas otras grandes cintas de la historia del cine, la luz en un momento dado da un significado a la escena, la posición de los actores, las palabras o acciones que articulan y ejecutan, la música que escuchamos, el lugar donde transcurre la acción, el momento en el que sucede… pero además en una escena de una película de Stanley Kubrick tiene importancia TODO lo que el espectador ve y oye. Cada objeto, cada color, cada palabra que se pueda leer, cada gesto tiene un significado, nada es casual. Igual que un buen escritor valora cada palabra, su posición en la frase, su sonido, sus valores evidentes y escondidos, Kubrick crea universos en cada secuencia para lograr su discurso cinematográfico.
Además hay que señalar la complejidad, las múltiples lecturas de sus films, los juegos de significados, el simbolismo, las referencias casi enciclopédicas. Uno puede ver otras películas y terminar tranquilo sabiendo que la película habla de A (en compañía de B, C…) que se mueven en varios escenarios con un significado X y a veces Y. Pero la profundidad, la intensidad de las películas de este director nos llevan a no terminar de entender totalmente el mensaje o a encontrar bastantes, con poco que se estudie e investigue. Estos difíciles puzzles (que se complican de película en película) llaman a las múltiples interpretaciones, a las búsquedas de claves, a teorías explicativas más o menos fundamentadas. De esta manera encontramos teorías superficiales, profundas e incluso falsamente conspirativas sobre su cine y sus intenciones, sus motivaciones y problemas. Incluso sobre su propia vida como persona, más allá de su trabajo como director.
Pero igual que el Arte superior, sus cintas pueden verse sin tener ni idea de nada de esto, sin tener conocimientos sobre el cine ni sus complejidades, sin profundizar en significados más o menos ocultos y se hace atractivo, entretenido. Así, cintas como “¿Telefono rojo…”, “Espartaco” o incluso “Eyes wide shut” se pueden ver rozando solo la superficie del argumento y parecer amenas. Uno mira Las Meninas y puede decir: bonita escena de unas niñas en una habitación con un pintor. No hay que saber más para que a uno le guste lo que ve. Pero esa aparente simplicidad, como sabemos, viene de un profundo estudio y conocimiento de las formas, los significados, la geometría, la física, los símbolos… En las películas de Stanley Kubrick encontramos lo mismo: esa simplicidad “bonita” de las grandes obras que las hacen populares. Es el valor del Arte importante, cercano a estudiosos o no, sencillo y complejo a la vez.
Para terminar, solo apuntar toda la herencia visual que contienen las cintas de Stanley Kubrick que son mejor explicadas por los grandes conocedores de la historia del cine y de la que encontramos datos en los abundantes estudios de cada film (entre otros, es muy señalado como usa la perspectiva frontal geométrica).

Todo ello, sin olvidar los conocimientos técnicos que usó e investigó, sus creaciones o innovaciones (un ejemplo sería el uso de lentes especiales para iluminar solo con luz de vela en “Barry Lyndon”) nos lleva a decir que sí, que el cine de Kubrick está por encima, es superior al habitual, sobresale de las miles de películas y se levanta, en conjunto, como una serie de auténticas obras de Arte.

domingo, 9 de marzo de 2014

No somos nada

Esta frase, no somos nada, es de las del repertorio español para dar el pésame. Y con otras similares (era tan joven, se fue en un suspiro, ha sido una tragedia, se van siempre los mejores... ) intentamos aliviar, como podemos, el dolor de la perdida que sufre el otro... y nuestro pánico ante la muerte.
Pero esta, en concreto, da por sentado el poco valor que tenemos ante lo efímero de la vida y la potencia absoluta de la Dama de Negro con guadaña (los españoles siempre la personificamos en mujer, somos machistas hasta la nausea). Después de pensarlo mucho, y dentro del "mal de muchos, consuelo de tontos", creo sinceramente que es lo más oportuno. Sí, lo mejor es que palmemos, fallezcamos, estiremos la pata, diñemos, muramos o desaparezcamos, como se quiera decir (¡qué idioma más rico tenemos!). Por una parte porque nuestro planeta, el único hogar que, de momento, tenemos que compartir forzosamente, tiene una capacidad limitada y por otra, quizá la que más nos atañe directamente, porque nuestro cuerpo se deteriora con el paso del tiempo, lease arrugas, canas, fallos renales, vista cansada, infartos de miocardio y otras lindezas semejantes.
Hemos de tener en cuenta, por otra parte, que vivir eternamente podría ser, "inmortalmente" aburrido, ya que, con todo el tiempo del mundo, podríamos hacerlo todo y cansarnos de todo también. No valorariamos en absoluto el tiempo que nos toca vivir y sería muy facil dejar lo que no nos gusta para mañana, para el mes que viene, para el año que viene o para el siglo que viene; tanto daría. Para colmo de males, las desgracias pesarian más porque podrían ser eternas, ya que si vivimos para siempre, nuestro vecino insufrible, nuestra pareja maltratadora, nuestro compañero de trabajo idiota y pedante, también. Pánico me da pensar en madrugones para ir a trabajar por los siglos de los siglos, secuelas infinitas de Rocky u Operación Triunfo temporada 2.427.857. Sé que hay quien pensará que ver continuamente bellos amaneceres, tener muchísimo tiempo para leer, ver trillones de películas, amar y ser amado por eones puede ser maravilloso. Nada de eso. El ser humano tiende a bostezar ante la falta de novedades y una vida eterna nos convertiría en hipopótamos bostezantes y aburridos.
Pero volviendo al título, sí que somos algo. Algo grande y bello que trasciende a esta envoltura física y a nuestro margen temporal. Si además, como Shakespeare, Ramón y Cajal, Einstein o Van Gog dejamos una amplia huella, ¿no somos eternos de alguna manera?.