martes, 6 de febrero de 2018

Mi mujer

Mi mujer
y su sonrisa de amaneceres
con gaviotas.
Dulce y cálida como el olor de las confiterías,
con ese toque sutilmente triste
de las tardes de los miércoles lluviosas.
Esa belleza intensa y salvaje
de la selva ignota.
Humana como el abrazo de los niños
y, a la vez,
celestial como una catedral gótica,
mi esposa.

Almazara

Sin futuro
exprimen cada día,
gota a gota,
cada oliva
sin importarles que mueran aplastadas,
deshechas, destrozadas,
para entregar su sangre
(su oro)
oleosa y esquiva.
Docenas y centenas,
olivos enteros
para la muela
para el ansia de ensaladas
encurtidas.
¿Qué importa que los huesos se astillen,
que la piel se desgarre en pulpa,
que suden tinta amarilla
los periódicos dorados
babeando rastreras alabanzas
interminables?...
"Es el mercado, amigos".
Y todo para pillar moreno
sobre la cubierta de un yate
en la edad de los asilos.