sábado, 9 de agosto de 2014

Espera

Miraba el horizonte de tejados,
pero no estabas,
como nunca estuviste,
y me quedé perdido
en un mar de antenas
de televisión anodina.

Y allí, dónde el azul no estaba en mis ojos,
si no en el mar que añoraba,
aún seguía
intentando evocarte,
inutilmente.

De repente, sobraron
todas las palabras
y los objetos resbalaban
de mis manos,
buscando tu piel.

Tu ausencia me dolió,
pero solo
pude encender un cigarrillo más
constatar
que me faltabas.

Mi tacto añoró
la suave línea de tu nuca,
tus palabras
tan perdidas
como las mías.

Y más allá,
del calor
que quebraba voluntades,
ni siquiera recordé
el tono dolido
de tu voz.

Era una tarde
de susurros,
de niños que jugaban,
pero
con voces ajenas
y

lejanas.

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