sábado, 6 de abril de 2013

En la notaría.

Hacía demasiado sol cuando llegué. En un momento así, debería llover o, como mínimo, estar nublado. Pero esa luz, más de primavera que de otoño estaba, incómodamente, fuera de lugar. Faltaba una media hora para la cita, después de aparcar con más facilidad de la que esperaba y encendí un cigarrillo como consuelo y compañía. Sin quererlo, la buscaba entre los viandantes. A pesar de que el fin estaba, supuestamente, próximo, no sentía alivio si no tristeza.
Me perdí unos minutos con los titulares de los periódicos de un quiosco cercano, mientras recordaba lo que fue y añoraba lo que no pudo ser. Temía que viniese con el maleducado de su hijo que, a buen seguro, hubiese provocado un enfrentamiento. Quince minutos antes de la hora fijada, mi propia abogada me abrió la puerta de la notaría y comenzó a pasarme papeles que, en realidad, no me importaban pero fundamentales, me dijo, para el procedimiento. En breves instantes y con unas firmas finalizaría una historia de amor, desamor, intereses y desintereses. No eramos humanos que se amaban o ignoraban si no clientes reclamando sus derechos, números de expedientes o documentos. ¿Dónde estaban ahora los abrazos, los besos, las promesas susurradas...?.
Instantes después, entreví el bajo de su falda junto a mi pero no me atreví a mirarla, quizá por no descubrir lo que sentía y no quería admitir, tal vez para que no viese odio en mis ojos, tal vez para que no viese amor. Salvándome en el último segundo, nos dijeron que no había firma y, sin que hubiésemos cruzado una palabra, una mirada, ella desapareció. Tras las explicaciones y los abogados, me quedó la sensación amarga de una tristeza que no podía explicar.
Allí, ya solo, en mitad de la acera, recordé la boda, los momentos compartidos y los que nos separaron y tuve la sensación de que eran recuerdos muy antiguos, aunque hacía poco más de tres años que habían sucedido.
Volví al coche y, también a mi pesar, fui consciente de que aquello aún no había acabado. Sabía que tendría que volver a ver aquel cabello negro, oír aquellas palabras que no decían nada, sentir esa presencia ante la que no sabía que sentir.
Encendí un cigarrillo más y vi como la brisa fría se llevaba el humo secuestrado. El sol, absurdamente, seguía brillando y me pregunté que sentido había tenido todo aquello: aquella hora, aquel día, aquellos años...

(Publicado el 13/12/2007).

1 comentario:

  1. Todo lo que termina, deja tristeza y dolor, pero lo único seguro que sabemos, es que llegado el tiempo, habrá un inicio, un comienzo nuevo, un nuevo camino esperando por nosotros... ♥

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