sábado, 6 de abril de 2013

El Cielo Protector



Como bello y doloroso viaje al interior de uno mismo que es El Cielo Protector, Bernardo Bertolucci hizo lo que pudo con una novela de Paul Bowles que quizá nadie más se hubiese atrevido a filmar. Así la hermosa fotografía de Vittorio Storaro y la sublime música de Ryuichi Sakamoto completan una película que, sin alcanzar la difícil profundidad del libro, sí que nos comunica ese mensaje de soledad, desamor y muerte: la vida.

Debra Winger y John Malkovich, con actuaciones correctas, nos guian por ese norte de África de calor y moscas donde buscan, como muchos de la generación beat, ese sentido a la propia existencia ya como turistas o como viajeros.
Es para mi una película fascinante que dice con imagenes mucho de lo que expresan los textos de Bowles. Pero no se puede escribir de forma objetiva de una película tan subjetiva, basada en un libro muy personal. Como otros films del genial director italiano o te llega, te encuentras en el film, o no entiendes nada y te parece algo vacio y errático, sin serlo realmente.
La infidelidad, el dolor, el amor a África, la pasión, el miedo y la muerte están en la cinta como en la obra original y en la propia vida del escritor, que abandonó una posible fama en Estados Unidos para encontrarse en Tanger, según lo que Kafka, uno de sus autores favoritos - y de los míos -, decía: "A partir de un cierto punto, ya no hay posibilidad alguna de retorno. Ése es el punto que es preciso alcanzar".

Me identifico totalmente con las palabras de Paul: "Ni cuando esté muriéndome voy a decir que hubo una época en la que me sentía maduro, porque uno siempre está cambiando y nunca llega a nada. Llegar a algo tampoco es necesario. Morir sí, todo lo inevitable es necesario".

Tal vez es lo que todos necesitemos y que, por ello, inventamos: un cielo protector.

(Publicado el 12/12/2007).

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