miércoles, 13 de marzo de 2013

El síndrome del papá o del Papa.

Creo firmemente que existe un síndrome, padecido por muchas personas, que si no se ha descubierto, debe estar apunto de pasar a las listas de la psicología-psiquiatría: el síndrome del papá o del papa. Todavía no tengo muy claro si son personas que se creen el Santo Padre (y nunca mejor dicho) o es una afección de los papas que se creen los papás de toda la Humanidad.
Los síntomas son siempre los mismos: creer que se tiene siempre la razón (con lo cual, los demás están siempre equivocados - ¿existe algo más enfermizo?- ) e intentar, por todos los medios – lícitos e ilícitos – que el resto de las personas vayan por el camino que creen, estos enfermos, correcto.
Peligrosa enfermedad que sufre una gran parte de la población mundial y cuyas consecuencias padecemos todos en forma de guerras, leyes, encíclicas y normas.
Y es que como decía René Descartes: “No hay nada repartido más equitativamente en el mundo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente”.
Son realmente cargantes y molestas esas gentes que dicen poseer, en el colmo de la ingenuidad, la verdad y la forma de vida correcta. Cuando no tienen poder, se limitan a aburrir a las cabras argumentado cualquier idea, por disparatada que pueda ser, que se les ocurre. Lo malo es cuando tienen poder y crean el partido nazi o invaden un país o inician una guerra...
Nada tiene que ver con ideologías de izquierdas o derechas (aunque suelen pesar más las de estas últimas por aquello de la “inspiración divina”) y surgen con el comienzo de las primeras agrupaciones humanas, donde ya los chamanes, jefes y hechiceros hacían de las suyas.
Enormes escuelas de pensamiento e ideología surgen de las personas afectadas de este síndrome y sus opiniones han creado océanos de tinta impresa.
Sin sospecharlo todos nosotros podemos caer en esta peligrosa enfermedad y asesinar a nuestra pareja, vecino o conocido porque uno tiene razones para ello. Incluso se está manifestando en sucesos como los accidentes de tráfico o al cambiar el canal de televisión.
Todos tenemos un amigo, un familiar aquejado de este síndrome y con el que es imposible hablar, como no sea para darles algo, que por derecho y/o inteligencia les pertenece desde que nacieron: la razón. Ya sea hablando de fútbol, política o la cría de la polilla surafricana... ellos saben el porque, el como y el cuando y tú, ignorante pupilo, has de recibir la revelación del maestro.
Como su propio nombre indica, esta patología es muy abundante entre padres y progenitores, que solo por el hecho de serlo, ya están bendecidos por la verdad divina. Si además tienen los años suficientes (más de 20) pasan a la categoría de infalibles. Aún, incluso, pueden alcanzar una categoría superior: ser jefes o dueños de la empresa. Con esta, la esencia misma del Universo les debe su existencia. Se puede saber que clase han conseguido contando el número de veces que, por hora, dicen: “porque lo digo yo”.
Mención aparte merecen los profesores y la categoría sagrada de los catedráticos, que no solo (no solo, si no también) son expertos e infalibles en su área de conocimiento, si no en cualquier saber que en el mundo ha sido, es y será. Para siempre. Amén.
Para no caer yo mismo en las garras astutas del síndrome del papá o del papa, he de decir que sobre este tema (o cualquier otro) puedo estar totalmente equivocado. Y lo mejor es que no pasa nada.
 
(Publicado el 16/07/2007).

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