Aparato ortopédico Milwaukee.
Quizá alguien se haya percatado de mi simpatía por los robots, los androides y ciborgs. Bueno, como casi todo, tiene una explicación. Son como mis primos lejanos.
A los ocho o nueve años comencé a usar unos aparatos ortopédicos en mis piernas que me ayudarón a caminar, con ayuda de unos bastones, de alguna manera (sí, como los de Forrest Gump - por cierto, el hecho de que empezara a correr, al tiempo que se le desprendían los aparatos de las piernas, me olió a cuerno quemado y me sentó como un tiro - ). En mi cintura, llevé un corset ortopedico Milwaukee para corregir mi escoliosis hasta que a los catorce años, más o menos, me operaron implantándome en el interior un Harrington, un pequño tubo de metal que intentó corregir la curva de mi columna.
En la actualidad me muevo gracias a una silla de ruedas ultra-ligera fabricada con titanio, pues ya no podía soportar más los aparatos ortopédicos de las piernas y me producían más problemas que beneficios.
Cuando llevaba aquellos aparatos sobre mi cuerpo me preocupaban los tornillos flojos, los ruidos por falta de lubricante en los ejes, la resistencia del metal y la presión de los correajes. Yo leía "I Robot", veía "Robocop" y sentía que, en parte, hablaban de mi. Logicamente, era un juego, una exageración... pero bueno, tenía doce o trece años. Yo no quería ser Supermán. Yo quería ser como la Mayor Motoko Kusanagi.
Hoy en día, con la llegada de la micro-electrónica, los implantes cocleares y la nueva ortopedia estamos más cerca de aquellos seres mitad hombre mitad máquina.
- Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Leyes de la robotica de Isaac Asimov.
♥
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