lunes, 4 de marzo de 2013

Sí, sueño con ovejas eléctricas.


Aparato ortopédico Milwaukee.

Quizá alguien se haya percatado de mi simpatía por los robots, los androides y ciborgs. Bueno, como casi todo, tiene una explicación. Son como mis primos lejanos.
A los ocho o nueve años comencé a usar unos aparatos ortopédicos en mis piernas que me ayudarón a caminar, con ayuda de unos bastones, de alguna manera (sí, como los de Forrest Gump - por cierto, el hecho de que empezara a correr, al tiempo que se le desprendían los aparatos de las piernas, me olió a cuerno quemado y me sentó como un tiro - ). En mi cintura, llevé un corset ortopedico Milwaukee para corregir mi escoliosis hasta que a los catorce años, más o menos, me operaron implantándome en el interior un Harrington, un pequño tubo de metal que intentó corregir la curva de mi columna.
En la actualidad me muevo gracias a una silla de ruedas ultra-ligera fabricada con titanio, pues ya no podía soportar más los aparatos ortopédicos de las piernas y me producían más problemas que beneficios.

Cuando llevaba aquellos aparatos sobre mi cuerpo me preocupaban los tornillos flojos, los ruidos por falta de lubricante en los ejes, la resistencia del metal y la presión de los correajes. Yo leía "I Robot", veía "Robocop" y sentía que, en parte, hablaban de mi. Logicamente, era un juego, una exageración... pero bueno, tenía doce o trece años. Yo no quería ser Supermán. Yo quería ser como la Mayor Motoko Kusanagi.

Hoy en día, con la llegada de la micro-electrónica, los implantes cocleares y la nueva ortopedia estamos más cerca de aquellos seres mitad hombre mitad máquina.



  1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Leyes de la robotica de Isaac Asimov.


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