lunes, 4 de marzo de 2013

Solo uno más, mañana lo dejo.


Mi gato "Pachá". Fotografía propia.

Me levanté, con mi tos habitual, y según me preparaba el café, lo pensaba. “Jo, ahora que están con esto del tabaco... me podría plantear el dejarlo. Bueno, mañana me pongo a ello... aunque en realidad es porque me apetece dejarlo, no por que lo digan ellos... ¡hasta ahí podríamos llegar!... ¡Panda cabrones!”.
Sentado en el taburete de la cocina seguía pensando mientras me encendía el primer cigarrillo del día. “¡Y qué buenos que están los putos cigarrillos!” – tosí varias veces, durante la primera calada, para contradecir a mi propio pensamiento – “¡Joe, esté me ha sentao mal...!, ¡uff..!”. – unas lágrimas afloraron en mis ojos – “¡Na, que este no le acabo!, ¡¡qué asfixie..!!.“ Pensé apagándolo a la mitad.

Me preparé para pasar un tranquilo domingo hojeando el periódico y lo primero era, como no, bajar al kiosco a por el diario y la ración de tabaco del día: dos cajetillas. Una nueva calada y oí un golpe pequeño, metálico, en el dormitorio. “¡Este gato! ¿Qué estará haciendo el mamón de él?...” - Mizifú, cabrón, que coño haces! – le grité sin verle ni saber donde estaba. Me vestí deprisa y corriendo y empecé con el ritual de todas las mañanas de mi vida: buscar las llaves y el tabaco. Tardé media hora en encontrar las llaves, tiradas en un rincón del dormitorio. “Este gato jodido... ¿ahora va a pillar las llaves?. ¡Joe, sería lo último... jejejjje!, ¡qué cogiera las llaves y se pirase...!” – me reí a conciencia yo solo.

Bajando las escaleras, me encendí un nuevo cigarrillo, que toleré algo mejor y volví a notar aquella sensación de pequeña opresión en el pecho: “un día de estos palmas, fijo... de una de estas no te salva ni el apuntador... dos telediarios te quedan, pero de algo hay que morir ¿o no?”. La del kiosco estaba en plan conversación intensa, pero cogiendo mi periódico y dos paquetes de tabaco y pagando, me fui sin despedirme y dejándola con la palabra en la boca. “Será cacatúa la tía esta, ¿pues no se enrolla como las persianas?. Anda a narrar a tu tía la del pueblo, so cotilla... Así, va el país... Y a estas horas... joe, que no han puesto ni las aceras, hombre...”.

Ya en mi sofá favorito, con mi diario en la mano y un café en la mesita, me encendí el tercer cigarrillo. Este ya me supo a auténtica gloria. Con el mando a distancia, conecte el equipo y comenzó a sonar el “Smoke on the water” de los Deep Purple, a toda caña. Los jarrones temblaban, los cristales de la ventana vibraban y el vecino no tardaría en bajar. “Ahí se joda el cabrón ese... ¿no llegó a las tres de la mañana y se lió a andar por toda la casa y a ducharse...?, y para colmo: ¡polvete con la parienta...!, ¡¡y que no paraban los tíos...! y que ahora tú cariño y que así me gusta mi vida y que sí, más, más que me vuelves loco...” - ¡¡pues ahora os jodéis y a madrugar se ha dicho...!! – grité al techo. “Qué son casi..” - ¡¡¡coño, las once... el partido!!!. Quité rápidamente la música y puse la televisión... pero eso sí, a todo volumen: mi venganza sería eterna. - ¡Campeones, campeones, oeeeoeeeoeeeeeeee... – canté a pleno pulmón, mientras daban la repetición del Madrid-Barça del sábado por la noche.

Para festejar, me encendí otro cigarrillo de forma automática y terminé el café sin despegar la vista del televisor. “¡Pero será cabrón... ¡tira, coño...! ¡¡joder con estos tíos...!!, ¡¡y con lo que les pagan!!... ¡¡¡tira, tira tira!!!.... ¡venga hombre, ¿será gilipollas no va y lo falla?. ¡Qué esa la mete mi madre que estaba paralítica!, ¡¡cabrón!!... ¡Así, así, así..!, ¡más... más... ahora, ahora...! ¡¡¡naa... lo que yo te digo... ¡Qué nos van a pulir el partido!, ¡panda cenutrios, que sois unos cenutrios...!. ¡Ahí está, metele la pierna, dale...!. ¿Y va y se tira? ¡¿Será marica?!, pues no tiene teatro... ¡¡anda al María Guerrero, Sofía Loren!!”.

Como esperaba, minutos después llamaron a la puerta. “Pues te va a abrir Rita la cantaora y su corte de camborios, en procesión hacia el cielo, cantando el “onli yu”... porque lo que soy yo, lo llevas claro... sí, si, tú llama... será cabrón... a que me funde el timbre... No, si aquí van haber hondonadas de ostias...” ¡Qué ya voy...!. ¡Qué voy...!. ¡Si es que no se entera uno con la tele...!.- dije bajándola hasta casi eliminar el sonido.

El vecino, en pijama, me miraba con cara de pocos amigos al otro lado del umbral.

- ¿Tiene la tele un poco alta, no, vecino?.- Me preguntó enfadado.
- ¿Quién, yo?. Se equivoca usted, don Javier... Va a ser mi vecina, la abuelilla que como anda un poco sorda y es del Barça, pues ya sabe... la sube, la sube y cuando se quiere uno dar cuenta la oyen en Sebastopol. ¿Se lo ha dicho a ella?.
- Vecino, la abuelilla, como usted dice, murió hace dos meses.
- ¡Anda, pues es verdad...!, pues entonces no sé... Porque aquí, no, ¿eh?.- entorné la puerta para que lo comprobara. - Aquí, bien bajita, que hay que pensar en los vecinos...
- Pues sí es así, muchas gracias. Perdone... preguntaré en otra puerta.- dijo y cerré la puerta mientras se iba.

Ya detrás de la puerta cerrada, casi me desternillo de risa. ·”¿Será capullo?, ¡lo mismo hasta se lo ha creído el muy bobo!”. Pensé subiendo la televisión al máximo... “Lo malo es que me estoy perdiendo el partido con el soplapollas este”.

Me senté y pensando en el vecino, me encendí otro cigarrillo... En ese momento, la mesa que sostenía el televisor se inclino de golpe y el aparato y la mesa cayeron contra el suelo, explotando aquel, con un sonido sordo, al golpear el cristal contra el duro suelo de terrazo.

“Anda la hostia...”.

“¿Pues no me he quedao sin tele...?. Joe, que flipe...”. Un silencio enorme se extendió por toda la casa, al igual que el olor a plástico quemado. De un salto, desconecté lo que quedaba del aparato y me quedé buscando el origen de la caída... “Esto ha sido el puto gato, que le ha hecho algo a la mesa.... A ver... una, dos, tres... tres... ¿y la otra pata...?”. ¡¡Mizifú ¿donde está la cuarta pata de la mesa...?!!. ¡¿Cómo coños te has podido llevar la pata de una mesa, so maricón...?!, ¡¡hijo de gata...!!.

Busqué por todos lados a mi gato persa y no apareció por ningún sitio. Me lo imaginaba todo gordo, con su pelo blanco, sus ojos amarillos y grandes muy abiertos y moviendo la cola, como hacía siempre que le llamaba, y pasando de mí olímpicamente... como siempre. - ¡Mizifú, bonito, ven...! – usaba mi tono más cariñoso - ¿dónde coño estás?, ¡ven con papá, ven...!, ¡¡qué te voy a abrir en canal...!!. “¿Quién coños me mandaba comprar un gato persa...?. ¡Con la pasta que me costó...!. ¡¡Gatos españoles joe, como lo de la tierra nada...!!”. - ¡Mizifú, no te escondas cabrón, que te voy a enseñar lo que puedes hacer con la pata de una mesa so maricón peludo...!. Una tele estéreo de no sé cuantas pulgadas... ¡Cómo lo encuentre, se pira de esta casa, vamos que se pira...!. ¡Si te voy a encontrar...!.

Media hora después, el gato seguía sin aparecer y decidí tomarme un descanso, después de recoger el estropicio y bajar el televisor defenestrado al trastero. Me senté de nuevo en el sillón y con una cerveza fría sobre la mesita, me encendí otro cigarrillo. De repente, la botella de cerveza se estrelló contra el suelo. Miré al suelo atónito y allí vi los vidrios verdes, el liquido amarillento y espumoso y nada más... Me quedé helado.

“¿Y la mesita?. ¡Qué coños me pasa... hace un segundo, aquí estaba la mesita,,, y ahora...!”. Le di una nueva calada al cigarrillo y la lámpara de pie, la del rincón, suavemente, según echaba yo el humo, desapareció paulatinamente... Me froté los ojos y volví a mirar al rincón vacío... Miré el hueco de la mesita y di una nueva calada... Esta vez la librería se desvaneció... “¡¡¡Coño, me he vuelto loco...!!!. ¡Joe, ¿qué tienen estos cigarrillos...?!. ¡Hoy no les he puesto nada...!”. Otra calada más y al echar el humo... ¡¡me caí directamente al suelo!!. - ¡¡¡Joder, qué daño, qué culatazo...!!!. ¡¡Ay...!!. Me froté el culo y alucinando me di cuenta de que el sofá había desaparecido.... “Tío estas perdiendo la chaveta.... Definitivamente te has vuelto loco... Están desapareciendo las cosas... ¡¡Ah, coño... la pata...!!. La mesita de noche... la mesita de noche no estaba... ¡¡claro, por eso cayeron las llaves..!!. Y el gato, también ha desparecido, mi gato, mi pobre gato... ¡¡Mizifú, cariño...!!. ¡¿Dios, qué me esta pasando...?!.” Apagué el cigarrillo sobre el mismo suelo y maquinalmente encendí otro de puro nervio que era...

Me levante y miré por toda la casa. Habían desparecido multitud de objetos. Había algún cuarto totalmente vacío. “¡Esto es de locos!. ¡¡Mamá!... ¿¡Pero que coños está pasando!?. ¿Y mis cosas?”.

De pronto, al dar una calada y ver como la taza del vater se esfumaba, asocié los dos actos y miré el cigarrillo con estupor. Miré el espacio vacío en el cuarto de baño y volví a dar una calada. Lentamente, solté el humo y vi como un cuadrito con la fotografía del Acueducto de Segovia, desaparecía lentamente ante mis ojos. Toque el espacio, pero allí no había nada. Me di una sonora bofetada, pero el dolor me recordó que estaba despierto, que aquello no era un sueño. Otra calada y la lámpara del pasillo se disolvió, otra más y la puerta del dormitorio, aún otra y el paragüero se fue.

En un segundo, tiré el cigarrillo y lo aplasté con el pie y con toda la energía y peso que pude. Me prometí solemnemente no volver a fumar en lo que me quedase de vida.

Jamás he podido explicar donde se fueron mis cosas y mi gato. Tampoco se lo conté a nadie. No quería pasarme el resto de mi vida en un manicomio. Con lo poco que me quedaba, decidí no experimentar más. Tampoco sabía si la cosa afectaba a objetos fuera de mi casa o a objetos de otras personas. Alguna vez estuve tentando de encender un cigarrillo, pero tuve miedo de desaparecer yo mismo. Con los 41 años que llevaba fumando, ¿habían ido despareciendo objetos o personas del mundo por mi culpa sin que yo lo supiese?. Jamás lo supe.. ni supongo que lo sabré nunca.

Cuando veo a alguien fumar cerca de mí, vigilo por si algo desaparece.

Dedicado a mi amigo Frederico.

(Publicado el 28/02/2006).

3 comentarios:

  1. Nuestro gato. Nuestro bebé. Nuestro PASADO. Lo que VIVIMOS, lo que soñamos. Lo que amamos. Nuestro gato que hace unos 4 años que falleció, que ya no está entre nosotros. Solo queda mi amor y mi recuerdo eterno. Ya es PASADO. SOLO ESO, PASADO.

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