sábado, 16 de marzo de 2013

Valentía insólita.

Me parece bastante sorprendente la valentía insólita que determinadas personas expresan delante de las cámaras de televisión.
Esto viene a cuento por algunas declaraciones referidas al joven que presenció, en el mismo vagón, la agresión a la chica ecuatoriana hace unos días en Cataluña. Entre esas voces estaba la de la propia presidenta de la Comunidad de Madrid. Según ella era increíble que el testigo no ayudara a la joven. Cualquiera que viese el episodio - y más sabiendo que el referido chaval es argentino- y reflexionando un poco se hubiera percatado de que su actitud era irreprochable. En un vagón casi vacío, en la noche, sin sus guardaespaldas, Esperanza Aguirre tampoco hubiese hecho nada por un lógico sentido de supervivencia. Un agresor descontrolado, que sin provocación previa se lía a patadas con una persona, seguramente no va a tener problemas en agredir también a cualquiera que se lo recrimine. La poca edad del testigo y su procedencia suramericana le hubieran hecho -casi con seguridad- nueva víctima del inconsciente bárbaro. Y el instinto de supervivencia es fuerte. La Sra. Aguirre decía que era la misma pasividad de la gente en tiempos del nazismo, comentario totalmente fuera de lugar, en una comparación imposible y que pertenece más a una realidad de novela rosa de aventuras (llena de caballeros todopoderosos y quijotes sin cuento) que a la cruda realidad del día a día. Una oposición en un momento así, hacia un individuo que puede estar armado y que actúa como un loco hubiese sido realmente una temeridad para cualquiera que no fuese el primo fuerte de Rambo. También reprochaba algún medio de comunicación que el testigo no se acercará en seguida a ayudar o consolar a la víctima. Y vuelve a ser una falta de perspectiva. Una persona desconocida que acaba de ser atacada por un joven puede tener una reacción totalmente negativa ante otro que se acerque segundos después a ella. El argentino, con buen criterio, le indica, un momento después, que una cámara lo puede haber estado grabando todo, tal como sucedió. Ese aviso, sobre la cámara, esencial en este hecho -por cuyas imágenes se ha desencadenado todo el revuelo mediático y político- fue determinante como luego se vería.
Creo que todos debemos meditar un poco antes de emitir fáciles juicios ante la forma de actuar de una persona. Intentemos ponernos en su situación, ver objetivamente las circunstancias y no emitir discursos de cara a la galería.

Es muy fácil ser osado cuando no se estaba allí y el peligro es imaginario.

Texto enviado como carta al director a El País.

(Publicado el 26/10/2007).

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