lunes, 18 de marzo de 2013

Perdido y encontrado en el templo.



Iglesia en Tetuan.

Cuando suena el teléfono a las tres de la mañana es cuando sospechas que quizá un asesino cruel viva en tu interior.

Abrí los ojos y miré el aparato con ira, mientras se dibujaba en mis pupilas borrosas y oscuras. Era Henry que quería que fuese a verle inmediatamente.

- Henry tío, ¿que mierda fumas?... ¿sabes que hora es, por dios?.- le grité temiendo despertar a los vecinos dos segundos después de hacerlo.

Según conducía por el escaso tráfico del París nocturno invernal, me prometía, a mi mismo, darle un buen puñetazo en un hombro si el "tesoro" que me dijo tener era un poco -solo un poco- más pequeño que el de la Torre de Londres. Unas prostitutas se acercaron, todas plástico por dentro y por fuera, para ofrecerme sus servicios, cuando me detuve unos instantes en un semáforo. Una de ellas, de largas piernas, pelo sedoso y pechos casi naturales, me hubiese realmente tentado de no caerme casi de sueño y estar apunto de congelarme. Me arrepentí de no haber arreglado antes la calefacción del coche. Lo dejé en doble fila y entré en "Libros Antiguos y en oferta" del pesado de mi amigo argelino.

- Espero que sea lo suficientemente bueno o...- dije levantando un puño sobre su cabeza, aunque los dos sonreíamos ya, como los viejos amigos que han corrido juntos mil juergas y han compartido momentos de serio y tenaz estudio. Tal como eramos.
- ¡Vas a flipar!.- Me advirtió.
- Espero... por tu bien.- Pero descubrí, en el interior de su mirada, que aquello, fuese lo que fuese, merecía la pena.

Después de años con el bueno de aquel tío alto de piel oscura, cuerpo esquelético y blanca barba como la nieve; que tocaba TODOS los libros como si TODOS los que tocaba fuesen sagrados; que conocía mercados, tiendas, puestos de libros públicos (y secretos) de medio mundo; que tenía una mujer que era increíblemente japonesa e increíblemente servicial y atenta con su marido y sus amigos; en fin, que supe, por lo que le conocía, que había dado con un auténtico filón. Como socio suyo, me froté las manos avariciosamente y busqué con los ojos de un azor hambriento el ejemplar incunable.

- Je je... estatua te supongo en tres minutos.- Rió pasándome una cuartilla escrita a mano.

Le cogí de la pechera de la bata y en volandas le puse contra la librería que tenía detrás de él. Me miró aún riendo...

- ¡Estás loco tío!... Despertarme, hacerme cruzar medio París, helado, a las cuatro de la madrugada... ¿para que me des una cuartilla?. Te mato, ¿eh?.
- Tu comienza a leer.- Dijo arreglándose, ya con los pies sobre el suelo, el cuello de la bata y aún con su sonrisa maligna y astuta.
- ¡¡QUÉ YA TE CONOZCO!!. Será alguna tontería de un tesoro, que nadie conoce, enterrado en una isla remota, que en realidad nunca existió y que no es más que una leyenda de un marinero aburrido y con pretensiones de ser Stevenson.
- ¡¡QUÉ LEAS, COÑO!!.- Cortó tajante y ya serio.

Miré el papel y comencé a leer con dificultad aquel texto en francés:

"Cuando volvió aquella tarde, el Principito me miró y vio como limpiaba la avioneta del polvo del desierto...
- No quería irme sin darte otro pequeño regalo. Sé que sabrás apreciarlo.- dijo con aquellos ojos que me traspasaban...".

Me paré en seco. Efectivamente, mi cuerpo se inmovilizó casi dos minutos mientras mi mente daba miles de vueltas, mientras mis neuronas se reconectaban en formas nuevas, mientras, sin conseguirlo, escapaba de aquel pozo profundo, pero luminoso de mi propio asombro. No podía ser. No podía ser auténtico... no podía. Me quedé mirando aquel texto, aquellas letras que ya no conseguía leer y me fijé en el tipo de letra, en el grosor, el ruido y el peso del papel, lo miré al trasluz y me fui hasta la lámpara con lupa que había sobre la mesa del rincón. Desde luego... lo parecía... Pero Henry me miraba y afirma rotundo con la cabeza, con la sonrisa más amplia que le conocía y que jamás volví a verle en todos los años que vivió.

- ¿De verdad lo crees? - dije ansioso - ¿quiero decir, de verdad crees que es auténtico... ?. No puede ser... ¿dónde lo encontraste... quién te lo vendió... cuándo...?. No puede ser....

Por fin la tensión, que seguramente llevaba acumulando desde hacía días, estalló y se tiró en la butaca, primero riendo y luego llorando.

- ¡¡¡RICOS, SOMOS RICOS!!!!.- gritó, cuando ya eran las cinco y aún dormía la ciudad, ignorante de nuestro descubrimiento.
- ¿Somos?. No será auténtico, pero de serlo... tú lo encontraste.
- Venga, Luis, sabes que el negocio es de los dos... pero sabía que te quedarías petrificado.- Rió como un niño jugando con una cría de oso panda.

Estuve un buen rato estudiando la grafía del texto, comparando cada letra con letras de otros textos, buscando documentación que pudiese avalar la maravilla que tenía entre las manos: un capitulo perdido o no incluido, por Antoine de Saint Exupéry, en el libro mundialmente conocido: "El Principito". La edad del papel, su composición, el envejecimiento... hice varias pruebas y... Aquello podía valer millones de francos. Sí... sí... parecía auténtico.

Una... ¿una?.

- ¿Solo una cuartilla?.- interrogué.
- Sí, para que quieres mas.- Y volvió a reír y esta vez le seguí entusiasmado.

Y ¿dónde lo has encontrado?. En África - tenía sentido-, en una iglesia de Tetuán ("las fuentes", no estaba mal el nombre para el momento), entre los libros de la sacristía. Por lo que luego pude averiguar, un antiguo párroco, de origen español, fue amigo de Exupéry y acabó sus días siendo el cura de aquel templo. La encontré doblada dentro de uno de los volúmenes. Lo he comprobado y es auténtico. Incluso alguna biografía apunta a la existencia de algún capitulo perdido. Hay más expertos, incluso algunos - pocos - mejores que yo. Ya lo sabes, Luis. Pero juraría que es un capitulo real, del autor y no publicado. Fíjate en la sintaxis, el vocabulario... la forma en como dibuja la P del personaje... Y el dibujo... sabes que solo él dibujaba así.
En efecto, al final había un dibujo idéntico a los ya conocidos. Empezaba a estar seguro de lo que teníamos en nuestro poder.

En ese momento, lo leí de principio a fin:

"Cuando volvió aquella tarde, el Principito me miró y vio como limpiaba la avioneta del polvo del desierto...

- No quería irme sin darte otro pequeño regalo. Sé que sabrás apreciarlo.- dijo con aquellos ojos que me traspasaban...".
- Como quieras.

Respondí, suavemente, mientras él me daba una pequeña cajita. La abrí con cuidado. Sabía que podría haber cualquier cosa dentro y casi tuve miedo. Pero la cajita estaba vacía. Me sentí un poco decepcionado.

- Entiendo, es una cajita para que pueda meter cosas pequeñas.

Le miré mientras se alejó sobre las dunas; él era ahora el decepcionado.
Guardé la cajita con cuidado, en la parte trasera de la avioneta, y me senté sobre la fría arena de la noche a esperarle. Arriba lucían las estrellas que tanto me gustaban y un ligero aroma a azahar me llego, dulce. Temí que fuese un presagio de muerte y comencé a silbar con miedo.
Cuando aún no había terminado de asomar el sol por el horizonte, lo vi venir despacio y cabizbajo. A él, cuando estaba triste, le gustaban las puestas de sol. A mi, este amanecer bonito me ponía triste. El Principito se tumbó a mi lado y se durmió.

- ¿Por qué no entendéis nada?.- me preguntó asustándome por no saber que se había despertado, mientras quitaba arena de delante de la avioneta.

No dije nada esperando que se explicase... porque era verdad: no entendía nada.

- Lo que eres, lo que vales, tu importancia en el tiempo, lo que has sido y serás no es nada. Como me pasa a mi, como nos pasa a todos. Pero queda algo cuando nos separamos: el recuerdo, el amor por lo que se fue, lo que significamos el uno para el otro... Esto es importante y real. Aunque en realidad no existe, nunca fue algo que se pudiese tocar o medir. Pero quizá fuese más auténtico que todos los corderos y todas las rosas.
Supe, en aquel momento, el inmenso regalo que había dentro de la pequeña cajita".


Miré a Henry complacido. Quizá para el autor no había merecido la pena incluirlo, o no le pareció bueno... Por algún motivo no estaba en el libro publicado; tal vez jamás sabríamos el porque... pero a mi me había gustado.

Justo cuando iba a comentarle a mi amigo que deberíamos llevarlo al banco, en cuanto abrieran, oí una voz detrás de nosotros.

- Creo que, si vale tanto, será mejor que me lleve ese papel.

Un tipo con mala apariencia, con un pasamontañas que solo tenia un hueco para los ojos, nos apuntaba con una escopeta amenazadora, desde un rincón oscuro entre las estanterías. Era difícil verle, pero parecía corpulento. Sopesé la posibilidad de luchar con él y Henry me leyó el pensamiento.

- Ni se te ocurra -dijo-, que se lo lleve.
- Para nada... es nuestro y es IMPORTANTE.

Sin que apenas me diese cuenta, con un pequeño y rápido tirón, Henry me quitó la cuartilla y con paso decidido se la entregó al ladrón. Mi amigo se volvió, me miró y extendió los brazos para impedir que me abalanzase.

- Luis, por favor.. confía en mi.

Entonces lo entendí: lo que le dio era una copia que había hecho. No era realmente el original, que seguro que tendría a buen recaudo en una caja fuerte. Un facsímile. Destensé los músculos y me di por contento.

Se arrastró el delincuente por las sombras de la pared, como una largartija demasiado caliente, y, sin dejar de hacernos frente, abrió la puerta a su espalda. Desapareció bajo los copos de nieve en la lejanía.

- Debió seguirme después de la conferencia, cuando llegué y se coló, mientras fui al servicio, antes de cerrar, me venia meando...
- Olvida eso, ¿dónde está el original?.- le respondí nervioso.
- Lo tiene el ladrón, ya lo has visto...

Abrí tanto los ojos que temí que mis globos oculares cayeran al suelo y rodaran bajo una de las polvorientas librerías abarrotadas.

- ¿ME ESTAS DICIENDO QUE LE HAS DADO ESA JOYA A UN LADRÓN ASÍ COMO ASÍ?.- le grité.

En el reloj, de una iglesia cercana, dieron las siete mientras mi amigo me sonreía.

- No por supuesto que no. Lo que quieres esta aquí.

Mi amigo me tendió una cajita. Era, aproximadamente, como debía de ser la que se mencionaba en el escrito.

La abrí y vi que estaba vacía.

"Supe, en aquel momento el inmenso regalo que había dentro de la pequeña cajita".

(Publicado el 14/11/2007).

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