lunes, 4 de marzo de 2013

El Nadador



He leído por ahí que a ciertas personas les gusta ir a los aeropuertos.
Creo que es la tendencia de muchos a estar solos, pero rodeados de gente. Quizá porque así la soledad, el saberse solos, se mitigue un poco. Y es cierto, cada vez se ve a más gente en las grandes superficies comerciales, en los museos, en los bares, en los aeropuertos... solas. Esperando sin esperar a encontrarse con alguien. Esperando encontrarse a si mismos. Allí están sobre el taburete, sobre el banco, mirando por los ventanales solos y con la mirada perdida en su interior.
Es cierto que existe una soledad última, interior, en la que no hay, ni puede haber, nunca nadie. Casi todos tenemos controlada a esa bestia obscura y raramente puede subir a la superficie; pero cuando lo hace nos devora a dentelladas. Las víctimas que perdieron esa guerra, deambulan por los pasillos como almas en pena, como esos espíritus gallegos que, dicen, recorren los bosques para cumplir la promesa que hicieron en vida y que la muerte les impidió terminar.
Como siempre, el Arte ya ha hablado de ello y quien lo ha dicho con voz más alta, seguramente, ha sido Edward Hopper. En muchas de sus pinturas encontramos a esa persona sola, desamparada en su habitación, única en la calle y de la que solo sabemos que está sola.
También en cine se ha ilustrado, más o menos, el tema. Mi preferida es "El nadador" de Frank Perry, aunque quizá las alusiones más cercanas sean "La terminal" de Steven Spielberg y la maravillosa "Lost in translation" de Sofía Coppola.
Tal vez todo va bien, mientras no vayamos a pasar la tarde, solos, en un aeropuerto.

(El cartel viene a decir: "Cuando tu hablas de "El nadador", ¿estarías hablando de ti mismo?").

Ficha de "El Nadador" en IMDB: http://spanish.imdb.com/title/tt0063663/

(Publicado el 20/03/2006).

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