martes, 5 de marzo de 2013

Tormenta sobre Móstoles.




Cuando volvíamos a casa, empezó la tormenta y, como la lluvia arreciaba, tuvimos que entrar en un bar y tomar un café.
Se hablaba, entre copas, del partido de fútbol de ayer, que según parece ganó el Barcelona.
La gente sin paraguas corría por las aceras mojadas en busca de refugio y en el cielo retumbó potente un trueno.
El parque se quedó vacío. Los niños huyeron de las mesas de ping-pong, mientras los árboles goteaban gotas de primavera.
Brilla el césped húmedo, recién cortado y en la fuente seca no hay gorriones buscando comida.
Sobre el suelo de cemento agrietado, se forman charcos sucios en los que embarrancan las latas de refrescos. Las primeras luces se reflejan en cientos de espejos diminutos.
Cuando la lluvia se detiene, una leve brisa mueve las ramas para secarlas. Volvemos, tristes, como si el chubasco nos hubiera caído dentro, y en silencio.
Ya nadie corre y la gente vuelve a los comercios. Los chavales se vuelven a reunir y a fumar sobre los bancos.
El cartel de "prohibido comer en el césped" parece una ironía colgada en un olmo.

(Publicado el 6/04/2006).

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